jueves, 21 de agosto de 2008

¿las matas que te matan?

¿Las matas que te matan?

Una nueva campaña ha lanzado la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) y el Gobierno nacional bajo el eslogan: Cosechas lo que siembras. Y si siembras cultivos ilícitos, cosecharás cárcel, persecución, judicialización y extinción de dominio. No trafiques la mata que te mata. La marihuana, coca y amapola matan...” El epílogo de la propaganda es la imagen de un campesino arrancando una mata de coca con sus propias manos mientras una voz exclama: “¡Arranca una nueva vida!”.

Indignación, irrespeto y rechazo me producen, y creo que a toda la comunidad pielverde, esta campaña ignorante divulgada por la DNE en horario familiar por todos los medios masivos de comunicación. Nuevamente la guerra contra las drogas continúa desacreditando el uso cultural milenario de plantas empleadas como alimento, medicina, recurso productivo y espiritual para la humanidad.

Las plantas no matan a nadie. Ninguna planta mata. Matan las personas que utilizan algunos alcaloides (compuestos nitrogenados) contenidos en las plantas y que funcionan como sustancias sicoactivas (estimulantes o depresoras del sistema nervioso), aisladas después de un proceso químico u orgánico, para ser comercializadas como un producto de consumo recreativo, clandestinizado por el monopolio de drogas lícitas y la prohibición foránea. Para ser un poco más exacto, las personas se suicidan con el consumo abusivo de sicoactivos, si antes no las mata la prohibición.

De hecho, en Colombia ninguna entidad estatal sabe cuántas personas mueren por causa del consumo de sustancias sicoactivas, aunque si esta claramente establecido que en este país la violencia es la principal causa de muerte, especialmente entre la población joven. Los pocos estudios existentes muestran que las muertes violentas (homicidios, suicidios y accidentes de tránsito) están relacionados con el consumo de sustancias sicoactivas, la principal de ellas, el alcohol, droga recreativa legal. Pero de eso se habla poco porque vivimos en un “Estado cantinero”, donde el deporte, la salud y la educación son pagados con los impuestos provenientes del alcohol, el tabaco y los juegos de azar. Lo que no dice estupefacientes ni el gobierno es que si siembras miedo e ignorancia, cosecharás muertes violentas por abuso de drogas.

No se conoce ningún caso en la historia médica de muerte atribuida a la marihuana o a la coca. Por el contrario, el Instituto Nacional de Cancerología muestra que mientras mueren cada año en Colombia cerca de 17.500 personas por consumo de Tabaco, las autoridades promueven su cultivo y favorecen a la industria tabacalera transnacional, lo que le cuestan al país y al sector salud más de $1.2 billones de pesos en discapacidades y muertes por enfermedades asociadas al tabaquismo (cánceres de traquea, bronquios y pulmón; enfermedades pulmonares obstructivas; cardiopatías isquémicas y enfermedades cerebro-vasculares). El Ministro de Agricultura no oculta que el Tabaco constituye un gran potencial económico para el país de cara al TLC. Una conclusión lógica no es que el Tabaco mata, sino que los políticos y agroindustriales del Tabaco son asesinos, porque saben que “Si bien los productos finales de la cadena, son criticados por su incidencia en la salud humana, también es una fuente de ingresos para el Estado que alimenta así erogaciones importantes”. [1]

La ignorancia de nuestros gobernantes es alarmante. La marihuana se clasifica entre las sustancias con menor potencial de crear dependencia, (es decir, la necesidad corporal de seguir consumiéndola), por debajo incluso que la cafeína. El primer lugar lo ocupa la nicotina (alcaloide principal de la planta de Tabaco), que supera en ello a la heroína, la cocaína o el alcohol. Entonces, ¿a qué juega Estupefacientes?

Coca no es cocaína como Uva no es vino, dicen los indígenas del pueblo Nasa. Igualmente, nadie afirmaría que la cebada es cerveza o la caña de azúcar aguardiente. Estos son algunos de sus usos productivos utilizados con finalidad recreativa, pero también son fuente de alimento, medicina y combustibles. ¿Matan la cebada y la caña de azúcar? No, matan los industriales que producen alcohol y azúcar refinada y los políticos que los subsidian y protegen, aunque sean las principales sustancias sicoactivas generadoras de enfermedad y muerte en el mundo.

Las hojas de coca contienen menos del 0.1% de alcaloides, entre ellos la cocaína. Por el contrario, es rica en celulosa y posibilitaría por ejemplo, la producción de papel, así como bebidas energizantes y aromáticas, pomadas medicinales y dulces. Y por qué no, también cocaína de alta pureza que encontraría un mercado excelente en Europa y Norteamérica.

Si plantas como la coca, la marihuana y la amapola resultan hoy satanizadas, es porque algunas personas obtienen astronómicas ganancias vendiendo infiernos a las demás, pero también porque en alguna medida nosotros mismos la declaramos diabólicas, ya que no sabemos vivir sin un Satanás y lo ubicamos absurdamente en plantas y frutos de la tierra.

En países como Francia se desarrolló una industria millonaria a partir de la fibra textil de la planta de canabis con la cual se elaboran telas de fibra natural, bloques de construcción, cosméticos, alimento para aves, biocombustibles, etc., mientras los holandeses generaron un mercado altamente especializado y controlado en la producción de marihuana con fines recreativos, sin que ello significara el incremento de muertes y homicidios derivados de su consumo.

El asesino es la prohibición y la doble moral de los gobiernos que la mantienen. Resulta paradójico que mientras arrancan una planta de raíz, símbolo de la vida y abundancia de la madre tierra, nos quieran hacer creer que representa el comienzo de una nueva vida. La coca es la vida, las fumigaciones la muerte; prevenir no es reprimir y educar no es prohibir.

El criminal no es el cultivador de coca, marihuana o amapola, ni lxs consumidorxs, sino el político y el educador que desconocen y nos ocultan que las plantas como todo ser vivo tienen espíritu y sus espíritus son inteligentes y tienen una gran misión y es la de ayudar, plantas maestras como la coca o la marihuana son grandes adiestradoras de la mente y la conexión con el espíritu. Las drogas tienen el efecto de conducir la energía del hemisferio izquierdo, fuente de la lógica formal y la razón, hacia el hemisferio derecho donde se aloja la intuición, la creatividad y la percepción sensorial plena. Tal vez si fuéramos educados para desarrollar el hemisferio derecho del cerebro no necesitaríamos consumir sustancias que alteren nuestros sentidos porque podríamos hacerlo a voluntad.

Con todo, los intereses económicos y políticos del mundo oscuro que envenena la madre tierra con glifosato y metralla tienen poco que hacer frente a lo que es obvio. Los que tienen ser arrancados de raíz son ellos con su lógica destructiva y depredadora; los que matan son ellos porque siembran ignorancia y prejuicio en favor de los intereses del mercado en contra de la salud humana; asesina es la prohibición hipócrita que nos administra la muerte en envases de vidrio, bolsas plásticas y cartón mientras nos despoja de los recursos de la naturaleza.

Por fortuna, en nuestras ciudades todavía es posible ver en antejardines y terrazas matas de coca y marihuana que se convertirán en tizanas, pomadas y alimento para la conciencia.

Colectivo trinchera ganja

Agosto de 2008



[1] El tabaco enfrenta al sector de la salud con el de la economía. Tomado de: http://www.medilegis.com/BancoConocimiento/A/AM92-AA-4/AM92-AA-4.asp

sábado, 10 de mayo de 2008

Editorial Trinchera Ganja 2 Edición

Hoy, como hace setenta años, para mantener sin respiro al planeta y sin sosiego a la humanidad, la prohibición se endurece con el propósito de reducir índices de desempleo en las ciudades, solventar la caja menor de la policía y alimentar la economía global del narcotráfico que engorda a tantos militares, policías, políticos y mafiosos en Colombia. Insignes representantes del tabú y la mentira, como el presidente Uribe y monseñor Castro, calibraron sus armas de fuego contra el “libertinaje de la dosis personal”, y por ende, contra la decisión soberana de más de un millón de pieles verdes consumidorxs de marihuana que existimos en Colombia, según los datos del gobierno.

Después de treinta años de fumigaciones y guerra contra las drogas el consumo mundial no ha disminuido. Por el contrario, las áreas cultivadas con coca en Colombia han aumentado progresivamente, así como la fabricación de cocaína. La fumigación aérea es un arma de guerra utilizada para atacar las finanzas de los grupos armados, y para envenenar sin piedad a comunidades humanas, fuentes de agua y de alimento cercanas a las áreas de cultivo. Las cantidades y concentración de esta arma química llamada glifosato fabricada por Monsanto, han sido recalibradas para fumigar incluso, fuentes protegidas de biodiversidad como los Parques naturales.

El régimen ha combatido la producción de drogas con armas y deuda externa que compramos a los EEUU, pero también con decretos que prohíben la elaboración de cualquier producto medicinal o alimenticio derivado de “plantas prohibidas”, como el impuesto a comienzos de 2007 por INVIMA y la Dirección Nacional de Estupefacientes a las iniciativas de desarrollo indígena del pueblo Nasa basadas en elaboración de productos alimenticios de hoja de coca (bebidas aromáticas y gaseosas, pomandas medicinales, vino, galletas). Además, cuando el dinero que financia la guerra se agota, reprimir a consumidorxs no viene mal.

A pesar del fallo de la Corte Constitucional en 1994 que decretó que la penalización de la dosis personal vulneraba la dignidad humana, la autonomía de la persona y el libre desarrollo de la personalidad, el gobierno de Uribe anunció que presentará al Congreso una propuesta de reforma constitucional que autorice la sanción de la dosis personal de droga. Su primer intento fue un referendo en el 2002 que no encontró suficiente apoyo popular; el segundo, un proyecto de ley hundido por sus propios partidarios en el Congreso en el 2006. Ni siquiera los fallos administrativos que ordenaron suspender las fumigaciones han sido respetados. El reciente giro hacia la erradicación manual obedece más al juego de intereses económicos y políticos del gobierno, desesperado por el agotamiento de los recursos del Plan Colombia y por la aprobación del TLC, que por la atención al daño causado irresponsablemente sobre la natura y la vida humana.

Rechazamos entonces, y cuantas veces sea necesario, toda intromisión abusiva y asesina del poder sobre nuestros cuerpos, nuestra conciencia, nuestra comunidad y nuestro planeta. Rechazamos la ignorancia impuesta por una prohibición hipócrita que alimenta intereses económicos foráneos y defeca daño ecológico, muerte y estigma social en Colombia. Esta trinchera ganja de plones, sueños y canciones la seguiremos cavando para comunicar el problema social generado por la prohibición de plantas y sustancias sicoactivas, y para construir un presente común con personas de carne, hueso y espíritu que, reconociendo su diferencia y la de otrxs, desde la experiencia, con amor y respeto por la vida, decidieron autogestionar la vida sin intermediarios, cavando trincheras, carburando conciencia y sembrando cultura.

Saludamos y apoyamos a todos los parches que con el gûiro encendido buscan una fuente modificadora para la conciencia ordinaria, un elemento milenario de arraigo a la cultura o un factor de organización y movilización para construir la vida común.