Hoy, como hace setenta años, para mantener sin respiro al planeta y sin sosiego a la humanidad, la prohibición se endurece con el propósito de reducir índices de desempleo en las ciudades, solventar la caja menor de la policía y alimentar la economía global del narcotráfico que engorda a tantos militares, policías, políticos y mafiosos en Colombia. Insignes representantes del tabú y la mentira, como el presidente Uribe y monseñor Castro, calibraron sus armas de fuego contra el “libertinaje de la dosis personal”, y por ende, contra la decisión soberana de más de un millón de pieles verdes consumidorxs de marihuana que existimos en Colombia, según los datos del gobierno.
Después de treinta años de fumigaciones y guerra contra las drogas el consumo mundial no ha disminuido. Por el contrario, las áreas cultivadas con coca en Colombia han aumentado progresivamente, así como la fabricación de cocaína. La fumigación aérea es un arma de guerra utilizada para atacar las finanzas de los grupos armados, y para envenenar sin piedad a comunidades humanas, fuentes de agua y de alimento cercanas a las áreas de cultivo. Las cantidades y concentración de esta arma química llamada glifosato fabricada por Monsanto, han sido recalibradas para fumigar incluso, fuentes protegidas de biodiversidad como los Parques naturales.
El régimen ha combatido la producción de drogas con armas y deuda externa que compramos a los EEUU, pero también con decretos que prohíben la elaboración de cualquier producto medicinal o alimenticio derivado de “plantas prohibidas”, como el impuesto a comienzos de 2007 por INVIMA y
A pesar del fallo de
Rechazamos entonces, y cuantas veces sea necesario, toda intromisión abusiva y asesina del poder sobre nuestros cuerpos, nuestra conciencia, nuestra comunidad y nuestro planeta. Rechazamos la ignorancia impuesta por una prohibición hipócrita que alimenta intereses económicos foráneos y defeca daño ecológico, muerte y estigma social en Colombia. Esta trinchera ganja de plones, sueños y canciones la seguiremos cavando para comunicar el problema social generado por la prohibición de plantas y sustancias sicoactivas, y para construir un presente común con personas de carne, hueso y espíritu que, reconociendo su diferencia y la de otrxs, desde la experiencia, con amor y respeto por la vida, decidieron autogestionar la vida sin intermediarios, cavando trincheras, carburando conciencia y sembrando cultura.
Saludamos y apoyamos a todos los parches que con el gûiro encendido buscan una fuente modificadora para la conciencia ordinaria, un elemento milenario de arraigo a la cultura o un factor de organización y movilización para construir la vida común.